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Entrevista del diario El Mundo al Secretario General de la OSCE, Lamberto Zannier

Europa está permitiendo la segregación en la educación

Lamberto Zannier es un hombre de diálogo, de explicaciones largas, de respuestas tranquilas. Pero su calma no oculta la preocupación que siente por "el futuro de los jóvenes" o por "la amenaza terrorista". Zannier, diplomático italiano y a punto de dejar el cargo como Secretario General de la OSCE, la organización de seguridad regional más grande del mundo, visitó España, en concreto la localidad malagueña de Mollina, para asistir al Fórum de la Juventud organizado por su institución. Allí charló con EL MUNDO sobre "derechos humanos", "ética" o "solidaridad", entre otras cuestiones, y sobre cómo muchos problemas hay que abordarlos desde la educación.

26 de junio de 2017

Por su interés, reproducimos a continuación la entrevista de la periodista Isabel F. Lantigua para el periódico El Mundo, al Secretario general de la OSCE, Embajador Lamberto Zannier:

Asiste a una conferencia sobre juventud y seguridad. ¿Qué papel juegan los jóvenes en esto?

 
Muchos de los retos de seguridad que enfrentamos hoy son retos a largo plazo y, por tanto, los jóvenes tienen mucho que decir. Es importante asegurarnos de que les tenemos en cuenta pero también es importante que ellos perciban que los gobiernos les tienen en cuenta. Las instituciones internacionales deben empezar a incluir las perspectivas y las opiniones de los jóvenes en sus políticas a largo plazo y dejarse de planes cortoplacistas, que es lo que prima ahora. Otro punto destacable es que los jóvenes están amenazados. Lo hemos visto con la tragedia de Mánchester, donde tanto el terrorista como la mayoría de las víctimas eran jóvenes. Tenemos que tratar de entender. No es suficiente trabajar con los servicios de inteligencia, con los políticos, implantar sistemas represivos... Tenemos que entender mejor cuál es la raíz del problema. Y creo que los jóvenes nos pueden ayudar, pueden hacernos ver cuáles son las causas del descontento, pueden señalarnos qué hemos hecho mal en la sociedad... Ellos pueden tener la respuesta a muchos de los desafíos a los que nos estamos enfrentando.
 
¿Cómo lograr que los jóvenes trabajen por el respeto y la diversidad si no es el ejemplo que reciben, si muchos ciudadanos siguen considerando inmigrantes a chicos que han nacido en Europa, de segunda y tercera generación?
 
Es cierto que tenemos que hacer políticas más inclusivas y, sobre todo, mejorar la educación. Estos valores comienzan por la educación. Tenemos sistemas educativos que no están siendo lo suficientemente integradores. En la OSCE conocemos ejemplos, por desgracia, como el de Bosnia Herzegovina, donde hay dos escuelas bajo un mismo techo que cuentan a los alumnos cosas distintas. Y está formalizado e institucionalizado. Lo hemos permitido. Estamos permitiendo la segregación en la educación y es un grave error. Debemos trabajar por la inclusión y no por la separación. Además, ahora la presión de factores externos como la migración están haciendo esto más difícil. Por ello los jóvenes deben participar para hacer sociedades más integradoras y las instituciones tienen la responsabilidad escucharles.
 
La OSCE trabaja para la juventud, pero lo cierto es que muchos jóvenes no la conocen. ¿Cuál es el problema?
 
Eso es en parte por la incapacidad de la OSCE para llegar a ellos, pero hay otras razones. Lo primero es que la filosofía de la propia organización no ayuda. La OSCE es integradora geográficamente, todo el mundo está ahí, pero eso incluye a países totalmente diferentes y con políticas incompatibles. Lo que hacemos es poner en conocimiento esas diferencias y llegar a acuerdos a pesar de ellas. Creamos espacios para intervenir en el que todo el mundo coincida, como por ejemplo en Ucrania, dónde sólo un organismo como la OSCE puede involucrarse porque incluye a este país entre sus estados miembros, incluye a Rusia y a muchos más. Es una labor difícil de explicar. Lo que tratamos de hacer es prevenir conflictos. Y si tenemos éxito, no trasciende. No hay noticias porque el conflicto no se ha desarrollado y nadie sabe que quizás estuvo a punto y gracias a nosotros no se produjo. Y es un trabajo muy paciente con las sociedades, con los países, con las instituciones, identificando situaciones que puedan desencadenar una crisis entre grupos minoritarios y tratar de que no se produzca. Es una gran tarea de la OSCE, pero no se cuenta. Por desgracia, lo que vemos es que cuando fallamos como comunidad internacional, porque no lo asumo como un fallo de mi organización exclusivamente, pero cuando fallamos en detectar una crisis o en no evitarla, como con Ucrania, entonces los ojos sí se posan sobre nosotros, para mal. Y eso no es lo más atractivo.
 
Uno de los pilares de la OSCE es la defensa de los derechos humanos. ¿Cree que Europa los ha cumplido con los refugiados? ¿Cómo valora la gestión de esta crisis?
 
La gestión de la crisis de los refugiados es extremadamente compleja. Aunque no es la primera vez que Europa se enfrenta a problemas de movimientos migratorios a gran escala, pues le son conocidos desde el final de la Segunda Guerra Mundial, sí es cierto que esta vez es cualitativamente diferente. No es sólo la llegada de refugiados, sino que implica otros problemas tanto demográficos como de desarrollo, de aumento de las mafias del tráfico de personas, etc. Debemos analizar y comprender todos esos aspectos cuando estudiamos qué respuesta dar. A corto plazo, lo que debe priorizarse es una aproximación desde los derechos humanos. Ser abiertos y asistir a los que necesitan ayuda y refugio. Pero a largo plazo debemos desarrollar políticas que no sean necesariamente de puertas abiertas todo el tiempo a todo el mundo. Esto requiere actuar de forma urgente en las rutas y en los países de origen. Si no lo hacemos daremos lugar a que se repitan situaciones como la de los refugiados en los campos de Grecia o Italia o Calais. No nos gustaría que se repitiesen. Una de las cosas que lamento es que algunos países se hayan negado a ser solidarios, creo que fue un error. Cuando hay una emergencia humanitaria de este tipo es una responsabilidad europea poner a disposición de la gente necesitada herramientas solidarias. Esto en un contexto en el que, insisto, lo importante es dar con políticas efectivas a largo plazo que no pueden ser de puertas permanentemente abiertas. Pero en un primer momento de emergencia la solidaridad es esencial, un principio básico. La falta de la misma debilita a Europa y sus instituciones.
 
También velan por los valores democráticos y luchan contra la corrupción, pero algunos Gobiernos de sus estados miembros, como el de España, se han visto involucrados en escándalos de este tipo. ¿Cómo actúan entonces? ¿Cómo pedir a la sociedad que confíe después en los valores democráticos?
 
En efecto éste es un problema que afecta a muchos gobiernos, desgraciadamente. Es una cuestión ética que no podemos pasar por alto. Los líderes políticos tienen responsabilidades morales, deben dar buen ejemplo a la sociedad. Es importante que Europa no pierda de vista la responsabilidad ética. Es la clave que hace que te respeten o no, que fortalece a los Gobiernos. Si eso se incumple, se mina toda la democracia.
 
¿Cuáles son los retos de la OSCE a corto plazo?
 
Creo que lo más urgente es solventar las divisiones internas, porque están haciendo que sea muy difícil tomar decisiones. Debería ser más fácil actuar en la OSCE, pero lo complicado, realmente, es tomar la decisión de actuar. Por ejemplo, el presupuesto de la institución se aprueba siempre a principios de enero y a finales de mayo aún no se había aprobado. No hay consenso ni para elegir a mi sustituto y mi periodo acaba en breve (a finales de 2017). Esto es un gran problema para la OSCE que le está haciendo perder credibilidad.
 
Volviendo a los derechos humanos, en algunos de sus estados miembros se vulneran a veces, como en Rusia. ¿Cómo es la relación con este país?
 
Mi punto de vista es que la relación de Rusia con las instituciones europeas tiene que hacerse a través de la OSCE. Es verdad que no se está desarrollando como desearíamos, por varias razones. Rusia siente que Occidente no ha sido equilibrada al situar los problemas de seguridad en la agenda de la OSCE y critica también que se quieran instaurar principios que son opuestos a sus tradiciones y que van en contra de valores esenciales para ellos, como en el caso de las políticas LGTB, que consideran que van en contra de la familia. Por eso hay muchas políticas de la OSCE que están bloqueadas. Y eso está derivando en una crisis institucional. Porque la organización recuerda que debe haber un espacio para que todos se sientan implicados y comprometidos pero en el que últimamente sólo se discute y se discute.
 
¿Es Ucrania la situación más complicada a la que se enfrentan en estos momentos? ¿Qué ha pasado?
 
Sin duda Ucrania está siendo una de las operaciones más largas de la OSCE sobre el terreno. Lo que pasó fue que explotaron muchas tensiones acumuladas durante mucho tiempo, desde la Guerra Fría, por decisiones estratégicas tomadas por Occidente, por Rusia... que llevaron a una falta de compromiso, de integración, de entendimiento y a una incapacidad para construir una nueva región estratégica. Se dio forma al nuevo orden de seguridad europeo dejando de lado algunas zonas. Lo de ahora es el resultado de esa incapacidad. Lo que vemos hoy son muchas asimetrías, no es algo equilibrado. Durante la Guerra Fría, Rusia se vio amenazada por la expansión de las instituciones europeas y euroatlánticas. Los vecinos de Rusia se han sentido amenazados por las reacciones rusas a las estrategias desequilibradas y esto es un escenario muy peligroso. Por eso tenemos que encontrar maneras de estabilizar la situación. Es un gran reto y, es verdad, que estamos un poco estancados. Pero lo estamos intentando. También la relación de Rusia con los países ex soviéticos son complicadas, con Georgia, Trasnistria, Ucrania... Tenemos que entender por qué siguen habiendo tantos problemas de este tipo, por qué algunos de los principios clave aprobados por la OSCE no se cumplen... Ahora estamos con la lógica de las sanciones y de las acusaciones recíprocas y es difícil en este contexto encontrar un diálogo que permita estabilizar la situación. Es un entorno muy controvertido para operar.