Este sitio web utiliza cookies propias y de terceros para su funcionamiento, mantener la sesión y personalizar la experiencia del usuario. Más información en nuestra política de Cookies

Discurso Embajador Hevia en la sesión del Consejo Permanente de la OEA con motivo de la conmemoración del centenario del fallecimiento de Ruben Darío

3 de febrero de 2016
Discurso del Embajador Jorge Hevia en la Sesión Especial del Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos, convocada para conmemorar el centenario del fallecimiento del poeta y escritor nicaragüense Rubén Darío.
Muchas gracias, Sr. Presidente. Gracias a la representación de Nicaragua y a su Embajador, por impulsar esta sesión extraordinaria del Consejo Permanente para conmemorar la figura del “Príncipe de las Letras Castellanas” y por invitarnos a tomar la palabra en este acto.
1. Rubén Darío en España
España ocupa un lugar importante en la vida de Rubén Darío. En 1892, el poeta viajó por primera vez a Madrid como miembro de la delegación de Nicaragua en los actos conmemorativos del IV Centenario del Descubrimiento de América. Darío llegó por segunda vez a España en 1899 con el compromiso de enviar cuatro crónicas mensuales al periódico “La Nación” acerca del estado en el que se encontraba la nación española tras su derrota frente a Estados Unidos en la Guerra hispano-estadounidense. Estas crónicas terminarían recopilándose en un libro aparecido en 1901 y titulado “España Contemporánea. Crónicas y retratos literarios”, en el que manifiesta su profunda simpatía por mi país.
En España, Darío despertó la admiración de un grupo de jóvenes poetas defensores del Modernismo. Entre ellos estaban algunos autores que luego brillarían con luz propia en la historia de la literatura española, como Juan Ramón Jiménez, Ramón María del Valle-Inclán, Jacinto Benavente y los hermanos Manuel y Antonio Machado. En todos ellos influyó decisivamente su obra poética.
En 1899, Rubén Darío conoció en Madrid, a Francisca Sánchez del Pozo, una campesina natural de Navalsauz, en la provincia de Ávila, quien se convertiría en la compañera de sus últimos años.
Respetaba profundamente la poesía de Antonio Machado, a quien conoció en París en 1902 y fue gran amigo de Valle-Inclán. A su vez, Valle fue un rendido admirador del poeta nicaragüense durante toda su vida, e incluso le hizo aparecer como personaje en su obra “Luces de bohemia”, junto a Max Estrella y al marqués de Bradomín.
En 1905 se desplazó a España nuevamente como miembro de una comisión nombrada por el gobierno nicaragüense cuya finalidad era resolver una disputa territorial con Honduras. Ese año publicó en Madrid el tercero de los libros capitales de su obra poética, ”Cantos de vida y esperanza”, editado por Juan Ramón Jiménez.
Tras volver a Nicaragua regresaría a Madrid entre 1907 y 1909 como Ministro del gobierno del Presidente Santos Zelaya.
2. Modernismo
Máximo representante del modernismo literario en lengua española, es, posiblemente, el poeta que ha tenido una mayor y más duradera influencia en la poesía del siglo XX en el ámbito hispánico. Fuertemente influido a su vez por los románticos, parnasianos y simbolistas franceses, renovó profundamente los ritmos tradicionales castellanos.
En su época inicial, anterior a “Azul...”, la poesía de Rubén es en gran medida deudora de los grandes nombres de la poesía española del siglo XIX, como Núñez de Arce, Campoamor y Gustavo A. Bécquer.
3. Fecundo intercambio entre España y América
Darío es uno de los mejores ejemplos del profundo diálogo que en el terreno literario y artístico se estableció desde finales del siglo XIX a ambos lados del Atlántico entre los artistas iberoamericanos. Así como él pasó años en España, diversos intelectuales mexicanos vivieron exiliados en Madrid en las primeras décadas del siglo XX. Es  el caso de Martín Luis Guzmán –muy cercano al presidente Manuel Azaña- y de Alfonso Reyes. Ambos, se convertirían luego, junto al pintor Fernando Gamboa, en los benefactores del exilio español en México al terminar la Guerra Civil. Luis Cernuda, Max Aub, León Felipe, Joaquim Xirau, María Zambrano, José Gaos o Luis Buñuel son algunos de los intelectuales que, tras la tragedia de la Guerra Civil española, enriquecieron el acervo cultural mexicano. Pablo Neruda mantuvo íntima amistad con muchos de los poetas españoles de la Generación del 27, la de Lorca, Alberti, Aleixandre y Guillén. España tiene una deuda histórica con América Latina por los numerosos intelectuales que fueron allí generosamente acogidos al término de nuestra Guerra Civil. La Universidad en América en la segunda mitad del s. XX no puede entenderse sin la decisiva contribución de intelectuales y profesores españoles.
Juan Ramón Jiménez vivió y murió en Puerto Rico, Ortega Gasset pasó años en Argentina y Rafael Alberti vivió exiliado en Argentina, Chile y Uruguay. Más adelante, García-Márquez y Vargas Llosa vivieron en España. También Mario Benedetti, Bryce Echenique o Leonardo Padura. El portugués José Saramago fijó su residencia en Lanzarote hasta su muerte. La brasileña Nélida Piñón tiene un profundo vínculo con España pues sus abuelos eran emigrantes gallegos. La lista sería interminable. En definitiva, los autores que escriben en español conforman una misma comunidad intelectual con influencias en ambos sentidos. Y es que como decía Unamuno “la sangre de mi espíritu es mi lengua y mi patria allí donde resuene”.
Y concluyo con unos versos del poema que Antonio Machado escribió a la muerte de Rubén Darío:
“Que en esta lengua madre la clara historia quede;
corazones de todas las Españas, llorad.
Rubén Darío ha muerto en sus tierras de Oro,
esta nueva nos vino atravesando el mar
Pongamos, españoles, en un severo mármol,
su nombre, flauta y lira, y una inscripción no más:
Nadie esta lira pulse, si no es el mismo Apolo,
nadie esta flauta suene, si no es el mismo Pan.”