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Discurso del Embajador con motivo de la Fiesta Nacional del 12 de octubre

13 de octubre de 2017
Sr. Subsecretario de Relaciones Exteriores, Carlos de Icaza,
Sr. Subsecretario para América Latina y el Caribe, Luis Alfonso de Alba,
Sr. Subsecretario para Asuntos Humanitarios y Derechos Humanos, Miguel Ruiz Cabañas,
Sras. y Sres. legisladores,
Autoridades civiles y militares,
Compañeros del Cuerpo Diplomático,
Sras y Sres,
Celebramos, hoy 12 de octubre, la Fiesta Nacional de España, la Fiesta Nacional de todos los españoles.
Es una fecha que, tal y como señala la Exposición de Motivos de la ley que establece el día de hoy como nuestra Fiesta Nacional, simboliza la efemérides histórica en la que España, a punto de concluir un proceso de construcción del Estado a partir de nuestra pluralidad y la integración de los Reinos de España en una misma Monarquía, iniciaba su proyección más allá de nuestras fronteras.
Esa España centenaria es hoy una democracia consolidada, en la que rige el Estado de Derecho y, en consecuencia, en la que el imperio de la Ley asegura la defensa de los derechos y libertades de todos sus ciudadanos y su convivencia pacífica.
 
Hace 40 años recuperamos la democracia y, con una enorme generosidad, esfuerzo y madurez política de todo el pueblo español, insisto, de todo el pueblo español, aprobamos una Constitución, la vigente Constitución de 1978, piedra angular  que soporta, con el marco legal, los poderes del Estado y las instituciones públicas, nuestra democracia.
 
Una democracia fuerte, una democracia incluyente, una democracia que dispone de, cuando ello se requiera, los instrumentos  para adaptarse a las necesidades de nuestra sociedad.
 
Todo ello, como no puede ser de otra manera en todo Estado de Derecho, dentro del respeto de ese marco legal que la sostiene. Porque sin Ley, sin esa Ley votada por todos, no hay democracia.
 
Por este motivo, nada ni nadie podrá sustraerse a la Ley, ni vulnerarla, nada ni nadie podrá romper la soberanía nacional, que reside en todos los españoles.
Su Majestad el Rey, en su mensaje a la Nación el pasado 3 de octubre, recordaba que
"...nuestros principios democráticos son fuertes, son sólidos. Y lo son porque están basados en el deseo de millones y millones de españoles de convivir en paz y libertad. Así hemos ido construyendo la España de las últimas décadas. Y así hemos de seguir ese camino, con serenidad y determinación".
 
Esta democracia es la que ha permitido que España haya gozado del mayor período de concordia, de crecimiento económico y de bienestar de su historia.
 
Todos los españoles nos hemos esforzado por que así sea y todos los españoles lo seguiremos haciendo, por una España unida, fuerte y en pacífica convivencia.
España, no está sola y tiene, entre sus socios, uno muy especial: México.
 
Con México compartimos historia, lengua, cultura, principios y una visión que hace que seamos compañeros privilegiados, no solo en nuestra relación bilateral sino en foros internacionales y en nuestra visión del mundo.
 
La nuestra es, sin duda, una relación estratégica, como lo demuestran el que España sea el segundo inversor del mundo en México, que México sea el sexto inversor mundial en España, la presencia de 6.000 empresas de capital español en México, nuestro comercio bilateral equilibrado y con vocación de crecimiento, nuestros intensos intercambios culturales y académicos, nuestra común acción moderna en materia de cooperación al desarrollo o nuestra dinámica e intensa relación institucional, en todos los niveles.
 
Y, no se puede olvidar, una relación personal y afectiva de nuestros pueblos que tiene su expresión más palpable en ese sentir mutuo de encontrarnos en casa, ya estemos en España o en México.
 
Esta relación privilegiada cumple este año el 40 aniversario de un momento importante en su historia. El 28 de marzo de 1977, nuestros ministros de Asuntos Exteriores, Santiago Roel y Marcelino Oreja Aguirre, intercambiaron, en París, sendas notas diplomáticas a partir de las cuales se reforzó nuestra relación, con la construcción de un entramado institucional excepcional que ha desembocado en la también excepcional relación bilateral actual.
 
Mencionaba la relación entre nuestros pueblos, la importantísima relación humana,  constante desde hace siglos. Esta relación se manifiesta, de manera especial, en los momentos más difíciles.
 
Tenemos aún muy reciente el recuerdo de los tremendos terremotos que sacudieron a México el mes pasado. Quiero pedir un recuerdo de cuantos perdieron sus vidas en estos terremotos, entre ellos dos compatriotas, trasladando nuestro pésame a sus familias y nuestra solidaridad a todos los afectados.
 
Hoy, también, deseo recordar al Capitán Borja Aybar, fallecido esta mañana en trágico accidente aéreo al regresar del desfile en conmemoración de nuestra Fiesta Nacional.
 
En su memoria, guardemos un minuto de silencio.
Al evocar a las víctimas y afectados por los terribles terremotos que han asolado a nuestro querido México, quiero también destacar la respuesta ejemplar de los mexicanos, una respuesta unánime y solidaria de toda la Nación mexicana para sobrevenir estas catástrofes.
 
España y los españoles hemos querido acompañar y ayudar a nuestros hermanos mexicanos en estas difíciles circunstancias. Así, la Unidad Militar de Emergencias ha estado en México durante 2 semanas ayudando en labores de rescate, la AECID tiene en marcha programas de ayuda a zonas afectadas por los terremotos así como a sus habitantes.
 
Pero también ha habido una respuesta personal e inmediata, tanto de empresas españolas en México como de españoles que, en algunos casos poniendo en riesgo sus vidas para auxiliar a personas atrapadas entre escombros, se han volcado en prestar su apoyo en los momentos de mayor necesidad.
 
Veo hoy a muchos de vosotros aquí, propietarios y responsables de empresas, así como a personas que de manera individual habéis llevado a cabo acciones de ayuda y de entrega ejemplar.
 
Es difícil mencionaros a todos por lo que me vais a permitir que en representación de todos vosotros tenga conmigo a Manuel de la Torre, quien prestó una gran labor adentrándose entre los escombros del edificio derruido en la calle Alvaro Obregón.
 
Mi reconocimiento a todos vosotros.
 
El tiempo pasa de manera inexorable, para todos. En mi caso, llegando a completar mi 4º año de misión en México, puedo decir que esta será muy seguramente la última Fiesta Nacional que, acompañado por mi esposa Ana, pasemos con vosotros en esta Residencia.
 
Sin que esto se tome como una despedida inminente, quiero agradecer a todo el equipo de la Embajada y de los Consulados Generales y Cónsules Honorarios su constante apoyo en el desempeño de mi misión en México, misión extraordinaria en un país también extraordinario.
 
Quiero también agradecer de manera muy singular a mi esposa Ana, compañera infatigable y apoyo esencial para mí, tanto en lo personal como en lo profesional, y gran responsable del buen éxito de estas celebraciones. Muchísimas gracias Ana.
 
Deseo también dejar constancia de mi reconocimiento y agradecimiento a todas las autoridades mexicanas, federales, estatales y municipales, de todos los órdenes, y a todos los amigos mexicanos, que nos han abierto sus brazos y recibido con la mayor generosidad.
Muchísimas gracias.
 
No quiero dejar de agradecer a todos los espónsores que, año tras año, contribuyen al buen éxito de este día, como también lo hace, con su vibrante interpretación de nuestros himnos nacionales, la Banda de la Secretaría de la Marina.
 
Con ese espíritu de reconocimiento y de agradecimiento, pido que juntos levantemos nuestra copa y gritemos,
¡Viva México!
Y hoy más que nunca, por nuestra amada Patria,
¡Viva España!

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