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Víctimas del nordeste V

Las caras de la violencia armada en Nigeria: Happy Yusuf

3 de mayo de 2016
Happy Yusuf, de 39 años, ha estado viviendo junto a su familia en Lakare, una comunidad de acogida para desplazados internos en Yola (capital del estado de Adamawa) durante más de un año. Le gustaría volver a Michika, su ciudad natal, pero no tiene los medios para pagar su viaje de regreso ni el de sus cuatro hijos pequeños.

"Mi marido regresó a Michika hace un tiempo para reconstruir nuestra casa. Fue bombardeada durante los ataques", dice Happy. "Trabaja como vigilante pero no está cobrando su salario por lo que no nos puede enviar algo de dinero. No soy feliz aquí porque no tenemos nada".

Según su marido, el paisaje en Michika es desolador. "Las casas, el banco, las tiendas, las escuelas, la iglesia y la clínica han sido destruidos", comenta Happy. "Me dijo que todo se ve como un pueblo fantasma".

Antes de los ataques a Michika en agosto de 2014, Happy vivía en paz como ama de casa haciéndose cargo de sus hijos y de su esposo. Estaba en misa cuando oyó los disparos. En ese preciso instante, supo que tenía que huir con su familia si querían sobrevivir.

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"Hubo disparos por todas partes y algunas personas murieron", recuerda Happy. "Algunos de nosotros conseguimos escapar y escondernos en las montañas".

Durante tres semanas, Happy y más de cien personas se escondieron en las montañas. Era la temporada de lluvias y no tenían agua potable, alimentos ni refugio.

"El sufrimiento era demasiado e insoportable. La violencia continuó y muchos hombres y algunas mujeres embarazadas desaparecieron", dice Happy. "Estaba agotada y tenía que amamantar a mi hijo".

Algunas mujeres y niños murieron de agotamiento en el camino a la ciudad de Mubi. Otras mujeres dieron a luz prematuramente o sufrieron abortos involuntarios. 

"Algunas mujeres dieron a luz en la selva y dejaron a los bebés cubiertos con hojas porque no tenían suficiente energía para llevárselos consigo y amamantarlos", recuerda Happy. "Una mujer dio a luz a gemelos, pero abandonó intencionadamente a uno porque no podía alimentar a ambos".

En su camino a Mubi, Happy y sus hijos pudieron dormir en una iglesia. Un hombre les dio agua potable, alimentos y algo de dinero, que utilizaron para continuar su periplo hasta Maiha.

En Maiha, Happy trabajó pelando cacahuetes para ganar algo de dinero y poder alimentar a sus hijos. Aun así, no tenían un lugar donde alojarse ni los medios suficientes para comprar a sus hijos los medicamentos necesarios.

Con la esperanza de mejores perspectivas, Happy y sus hijos se trasladaron a Kerala, una pequeña ciudad en Camerún, cerca de la frontera con Nigeria. Sin embargo, las dificultades continuaron. Happy siguió pelando cacahuetes, pero no conseguía ganar suficiente dinero para pagar las visitas médicas de sus hijos.

"Una mujer me vio vagando con mis cuatro hijos y me dijo que podíamos quedarnos en su casa. Nos dio comida y agua. Además pude utilizar su teléfono para llamar a mi marido y saber dónde estaba".

Un mes después, Kerala también fue atacada. Happy y sus hijos huyeron a Yola, donde se encontró con su marido, quien había buscado refugio en la capital del estado de Adamawa.

Cuando el marido de Happy regresó a Michika, se llevó con él a su hijo más pequeño, que estaba enfermo, para dejarlo con su abuela. Happy se quedó con los otros tres niños y 500 nairas (2,25 Euros).

Hoy en Yola, Happy continúa luchando. 

"Necesitamos arroz y judías, un colchón para dormir, ollas para cocinar, ropa, jabones y medicinas para mis hijos", dice Happy. "También necesitamos mosquiteras porque la temporada de lluvias llegará pronto y tenemos que protegernos de la malaria".

A pesar de las dificultades, Happy dice sentirse segura. La comunidad de acogida de Lakare ha aceptado a los desplazados y no ha habido ningún episodio de violencia desde que llegaron. Algunos de ellos incluso ayudan a Happy con comida y agua para sus hijos.

"Mi esposo trabajaba aquí en Yola y tres de sus amigos me están ayudando con algo de dinero para comprar comida y medicamentos para mis hijos", añade Happy. "Nos visitan para ver cómo nos va y me dan de 500 a 1.000 nairas (entre 2,25 y 4,50 euros)".

Cuando se siente sola, Happy también puede contar con la ayuda de su cuñada y su hermano, quienes también se alojan en el mismo campamento de desplazados internos.

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"No sabía si mi cuñada seguía viva y me llevé una gran alegría cuando descubrí que estaba en este campo," dice feliz. "Mi hermano ya estaba trabajando en Yola cuando nuestro pueblo se vio invadido por la violencia. Me puse en contacto con él cuando llegué aquí y me está ayudando a cuidar de los niños. Es más fácil vivir en estas condiciones tan duras cuando se tiene a la familia cerca".

Para Happy, "no hay nada como estar en casa", pero está preparada para comenzar una nueva vida en Yola si fuese necesario. Sueña con poder abrir un pequeño negocio de venta de frutas y verduras en el mercado local. Happy quiere ser capaz de cuidar de nuevo de su familia, y un día, recuperar la pacífica vida que tenía al lado de su marido.

Jesús Serrano Redondo

Proyecto de divulgación sobre la situación humanitaria en el nordeste de Nigeria y países vecinos promovido por la Embajada de España en Nigeria con el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en colaboración con Jesús Serrano. 

Todas las historias de este proyecto fueron recogidas en 2015.

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