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Víctimas del nordeste IV

Las caras de la violencia armada en Nigeria: Samuel Tizira

26 de abril de 2016
Durante más de seis meses, Samuel Tizira tuvo abiertas las puertas de su casa en Yola, capital del estado de Adamawa, a 50 personas que huían de la violencia armada en el noroeste de Nigeria, para que vivieran con él, su esposa y sus seis hijos. Estas personas tuvieron que huir para salvar la vida cuando el conflicto armado entre Boko Haram y el ejército nigeriano alcanzó el pueblo de Michika, la ciudad natal de Samuel, en el estado de Adamawa. Ese día, el propio Samuel perdió a ocho miembros de su familia.

"La gente en Michika sabe que vivo en Yola y comenzaron a llegar a mi casa al día siguiente del ataque”, comparte Samuel. "No tenían un lugar donde alojarse y todos somos seres humanos. Tenemos que ayudarnos los unos a los otros en este mundo".

Samuel, de 53 años, trabaja en Yola como cartógrafo para el Ministerio de la Propiedad Inmobiliaria, Estadística y Urbanismo desde hace 34 años. Sin embargo, ha mantenido el contacto con la gente de Michika durante todo este tiempo. Tan pronto como se enteró de los ataques, no dudó ni un instante en ofrecer su casa a las personas desplazadas por la violencia.

"Me enseñaron a preocuparme por la vida de mis semejantes, cualesquiera que sean sus problemas. Si tienes algo para compartir, debes hacerlo con las personas que lo necesitan", dice Samuel.

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La mayoría de las personas que fueron a vivir con Samuel tuvieron que caminar 60 kilómetros durante tres días, bajo intensas lluvias y sin apenas agua ni comida, para llegar a la ciudad de Mubi. Allí tomaron un autobús a Yola, donde buscaron la casa de Samuel.

"Una tarde, volviendo del trabajo vi a algunos llamando a mi puerta", recuerda Samuel.

Aparte de su trabajo como cartógrafo, a Samuel le gusta la agricultura. Eso le  permitió proporcionar alimentos suficientes a todos sus huéspedes.

"Tenía algo de comida almacenada en casa y me aseguré de que todo el mundo comiera tres veces al día", dice Samuel. "Utilicé mi sueldo para comprar otros artículos necesarios como jabón, colchones, agua, pescado y mosquiteras para prevenir la malaria”, dice sentado en un banco de su patio trasero.

Para dar cabida a todos, Samuel repartió las tres habitaciones de su casa: una para los hombres, otra para las mujeres y una tercera para él, su familia y algunos niños. Para Samuel, los inconvenientes de tener 50 personas en casa no son nada comparados con lo que ellos han tenido que pasar. "Tuvieron que escapar con la ropa que llevaban puesta. No había tiempo para coger ni tan siquiera un kobo (moneda de dos céntimos nigeriana) o documentos personales", añade Samuel.

Al cabo de unos meses, los huéspedes de Samuel empezaron a preocuparse por las casas y los negocios que habían dejado abandonados en Michika. Con el tiempo, muchos de ellos empezaron a perder la esperanza. Samuel fue el apoyo moral para todos ellos, con su solidaridad y sus conversaciones cada noche a la hora de la cena.

"Traté de tranquilizarlos y hacerles entender que nada se había perdido porque estaban todavía vivos", dice Samuel. "Incluso si hubieran perdido todo en Michika, la vida  les dará una nueva oportunidad para reconstruirla".

Samuel también vio esta situación como una gran oportunidad para enseñar a sus hijos a ayudar a las personas necesitadas, de la misma manera que sus padres hicieron con él cuando era un niño.

"Me pongo en su posición y, si algo así me sucediera a mí, estoy seguro de que habría alguien que me ayudaría", dice Samuel. "Les dije a mis hijos que no deberían rechazar a nadie por el color de piel, religión o condición social. Si tienes la posibilidad de ayudar a alguien, hazlo".

Todos los huéspedes de Samuel han regresado a Michika, salvo Vendi Kwaji, un hombre de 72 años de edad que tuvo que caminar tres días sin comida, agua ni medicamentos hasta llegar a Mubi.

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 "Vendi es un hombre fuerte", añade Samuel. "Siguió a la multitud para dejar Michika y se las arregló para sobrevivir comiendo cereales, frutos secos y bebiendo el agua potable de los ríos en las montañas. Ha sufrido mucho antes de llegar aquí a Yola".

Samuel todavía mantiene el contacto con antiguos huéspedes. Es feliz cuando recibe una llamada de alguno de ellos.

"Me dicen que la situación está bastante tranquila ahora en Michika. Están reconstruyendo sus casas y las empresas están empezando a recuperarse de nuevo. Estoy planificando una visita en las próximas semanas para ver la situación actual y visitar a mi familia también", dice Samuel.

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Antes del ataque en Michika, Samuel estaba planeando comprar una casa más grande para su familia. Sin embargo, utilizó sus ahorros para alimentar y ayudar a los desplazados que llamaron a su puerta.

"Me siento feliz cuando pienso en lo que hemos vivido juntos", dice Samuel. "Mientras tenga algo para comer y vestir, me sentiré agradecido".

Jesús Serrano Redondo 

Proyecto de divulgación sobre la situación humanitaria en el nordeste de Nigeria y países vecinos promovido por la Embajada de España en Nigeria con el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en colaboración con Jesús Serrano. 

Todas las historias de este proyecto fueron recogidas en 2015.