Miles de personas murieron en los atroces atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, del 11 de marzo de 2004 en Madrid y del 7 de julio de 2005 en Londres, consecuencia de ataques planeados y perpetrados por la organización terrorista Al Qaeda. Unos crímenes que para algunos marcaron un cambio de era, y que han generado un cambio en la manera en que Estados y ciudadanos perciben su seguridad. Les sucedieron los terribles atentados en Paris en 2015, Bruselas en 2016, Niza, Berlín, Orlando, Estambul, Barcelona y Cambrils, entre muchos otros. El terrorismo supone hoy por hoy una de las mayores amenazas a los logros y derechos conseguidos en materia de justicia, seguridad y libertades. No existe ningún tipo de justificación para los actos terroristas, que merecen la más firme y rotunda condena.
El terrorismo constituye una de las amenazas más graves para la paz y seguridad internacionales. Supone una de las mayores violaciones de los derechos humanos y las libertades fundamentales, así como de los principios fundamentales de democracia y de respeto al Estado de derecho.
La cooperación internacional es la mejor vía para poder hacer frente de forma efectiva a una amenaza a la que ya no puede responderse desde una óptica exclusivamente nacional. En este sentido, las principales organizaciones internacionales han ido asumiendo la lucha contra el terrorismo como una de sus tareas fundamentales. España defiende un planteamiento integral de las estrategias internacionales de lucha contra el terrorismo, de manera que esta amenaza sea abordada en todas sus dimensiones, incluyendo los factores que conducen a la radicalización y el extremismo violento.
España atribuye una gran importancia a la asistencia, defensa y apoyo a las víctimas del terrorismo, atendiendo por un lado a un principio elemental de justicia, y por otro lado al efecto deslegitimador que produce la difusión de su memoria y sus testimonios para ayudar a vencer esta lacra de alcance universal.