Pues nada, que a este blog le quedan dos telediarios. El mes que viene lo cierro porque en breve cambio de destino. Así que hoy quiero parar un momento, hacer balance, y anotar ciertas cosas que me han pasado y he ido aprendiendo con esto del blog. Por si un día le sirven a alguien que quiera escribir uno.
Confieso que cuando empecé no imaginaba muy bien qué iba a ocurrir. Fue casi como una broma, un juego. Me escribieron de la Oficina de Información Diplomática. Me propusieron abrirlo. Y dije que sí, todavía no sé por qué.
Algunos no lo saben, pero muchas cosas están cambiando en nuestro trabajo. Desde hace unos años la llamada diplomacia pública cada vez es más importante para nosotros. En esencia es un esfuerzo para abrirse a la sociedad, escucharla, y explicar nuestra labor al ciudadano. Y la diplomacia digital es una nueva herramienta fundamental para lograrlo. Por eso ya hay muchas páginas web, perfiles de twitter y facebook, blogs o vídeos hechos por decenas de compañeros alrededor del mundo.
Desde el principio consideré mi blog simplemente como un granito de arena más en ese esfuerzo colectivo de diplomacia digital. Sólo me pidieron que “reflejara mi trabajo desde una perspectiva humana”. Y eso es lo que intenté, dar a conocer nuestro ángulo praguense.
En estos años fui tratando muchos temas de nuestro trabajo cotidiano. Cuestiones consulares, proyectos culturales, temas europeos, educativos, o gastronómicos, y algunos momentos importantes de la vida de una embajada. Siempre dejando un espacio de vez en cuando para textos más personales.
Y así, mientras yo iba escribiendo a mi aire, de pronto al cabo de unos meses empezaron a pasar cosas curiosas a las que, la verdad, nunca llegué a acostumbrarme del todo. Debe de ser que no soy nativo digital, como se dice ahora. Algunos posts se viralizaban (ese palabro) en redes sociales, y acababan teniendo cientos de visitas. Alguien te reconocía al verte diciendo “ah, tú eres el del blog”. Te escribía gente que no conocías. Una radio de Teruel citaba un artículo tuyo. Te colgaban en una cosa llamada Menéame (¡si mi abuela levantara la cabeza!). Acababas un día en El País y se generaban miles de reacciones. Y muchas cosas más. Hasta te reencontraba una novia de la adolescencia. Pero ésa ya es otra historia que aquí no contaré.
Al final del camino, a pesar de que hayan pasado tantas y tantas cosas inesperadas, sólo quiero decir que el blog me ha traído muchas satisfacciones y (casi) ningún problema. Sobre todo me ha ayudado a hacer que mucha gente entienda mejor nuestro trabajo. A entenderlo mejor yo mismo. E incluso a entender mejor este extraño nuevo mundo digital en el que vivimos.
Así que por eso ahora quiero dar las gracias a la gente de la OID que me metió en esta historia, y tanto me ayudó, en especial a Alfonso Barnuevo y Guillermo Ardizone. Y además quiero compartir, en forma de posibles consejos para los que puedan venir detrás, algunas lecciones personales que he ido aprendiendo al escribir el blog:
1. Antes de escribir, lee mucho. Busca tus influencias y tus referentes, los que sean. Otros blogs, periodistas o escritores. Al final, piensa que esto es literatura. Diferente, pero literatura.
2. Piensa en quién es tu público natural. Y procura adaptarte a lo que les podría interesar.
3. Plantéate cuál es tu enfoque. El mío siempre fue reflejar la diversidad de mi trabajo combinando humor, emoción e información. Busca tú el tuyo antes de escribir la primera línea.
4. Un título llamativo (por ejemplo “14 maneras de irritar a un checo”), que obligue a la gente a leer más, y un primer párrafo que enganche no deberían faltar nunca.
5. Piensa en el tono que quieres dar a los artículos. Yo quise que se pudieran leer sin esfuerzo, con un estilo en apariencia fluido y sencillo, pero que a mí me resultaba mucho más difícil lograr.
6. Plantéate los artículos como un relato, con una estructura narrativa determinada en la que quieres contar algo.
7. Usa imágenes y enlaces a vídeos, a textos o páginas web, que permitan aprender más.
8. Espera lo inesperado. Y escribe de vez en cuando lo inesperado. Permítete de vez en cuando cosas completamente personales. De hecho los tres artículos más heterodoxos, sobre las emergencias consulares, mi querida Benita, y las diferencias culturales, son los que tuvieron más éxito.
9. Pide opinión a gente que respetes, y no te tomes las opiniones críticas de forma personal. Intenta mejorar y corregir. Pero ten cuidado con los comentarios en redes sociales. Es imposible gustarle a todos. Y es increíble lo que a veces la gente puede ponerte.
10. Cuida mucho los finales. Procura “acabar en alto”, como se diría en teatro, con un buen final que provoque una sonrisa, una reflexión, o ganas de saber más.
Espero que tal vez todo esto le sirva a alguien que quiera tener un blog, de cualquier tipo. En especial (perdón por ponerme corporativo) me gustaría que algunos de mis compañeros de las últimas promociones, ellos sí ya nativos digitales, lo leyeran y dijeran “¿por qué no?”. Y sin pensarlo demasiado se pusieran a escribir para compartir con nosotros un puñado de historias curiosas.
En mi caso siento que este blog está íntimamente vinculado a mi tiempo en Praga, y no tendría sentido continuarlo después. Así que yo en breve echo el cierre y cedo el testigo. Mis quince minutos de fama (digital) han pasado. ¿Alguien se anima?